lunes, 18 de abril de 2011

CON ALIENTO A MAÑANA

A lo largo de un considerable número de camas, encontré en unas cuantas voces, aquella tonalidad cariñosa y, pesarosa, cuando en algún momento del sexo, ese al lado me miró con ganas de terminar, una asienta con la cabeza y ve hacia la puerta blanca queriendo gritarle a la psique: -calla y guarda el veneno pa'l sordo-.

El tipo le advirtió cabalmente sobre sus matices chochos, ella iba para que le penetrará el desencuentro, el desamor y los demás -des- que pudieran servirle como prefijo a su retornado clítoris. Yo no sé qué sabe el monte de venus, yo no sé qué no sabe la sapiencia del loro, susurra...

Resulta envarescer a la promesa autocomplaciente y sonsacada un espejo roto y un lúcumo podrido; más tarde unos labios presumidos de desnudes incauta, emergen, queriendo anonadar las propuestas de la mañana y cuatro ojos sumidos en la cuña de la necesidad y el tedio hedonista, sin marca, sin horas, sin nada que mostrar más que el aliento amanecido, sólo le pinta el cuello y, una línea más abajo en su vestido.

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